Tradicionalmente el ser humano viene utilizando el pensamiento lineal como mecanismo automático y directo de aprendizaje, basado en nuestra experiencia de la relación causa-efecto. Esta inmediatez en el razonamiento nos proporciona una aparente seguridad, al obtenerse una respuesta rápida y sencilla. Este el la 5º área de valoración tratada por Peter Senge en su obra «La Quinta Disciplina».
Pero la realidad es que el devenir de los acontecimientos es bastante más complejo.
Por ejemplo, cuando nos preguntan qué coche es más ecológico, si uno eléctrico u otro propulsado por combustibles fósiles (gasolina o gas-oil), automáticamente nos inclinamos por el eléctrico. Pero no reparamos en que, si bien el vehículo eléctrico no contamina al utilizar la electricidad, sí lo hace y en cantidades no desdeñables en el momento de su generación. No tenemos más que tomar una factura eléctrica y en el diagrama «de tarta» que nos adjuntan veremos que en 2017, del mix eléctrico en España, sólo el 30% procedía de energías limpias, el 22% de fisión nuclear y el 48% de combustibles fósiles. Por lo tanto, elegir el coche eléctrico no es la solución, sino que habría que buscarla más allá, en la potenciación de las energías solar, eólica e hidráulica frente al carbón y al gas en la generación de la electricidad. Pero esto tampoco es suficiente, para ello habría que cambiar las políticas en este sentido, valorar el impacto ambiental sobre las aves y el visual sobre el paisaje que provocan, por ejemplo, los aerogeneradores, la inundación y desalojo de pueblos y valles por los embalses, etc…
Y es que en los tiempos actuales de la era de las comunicaciones y cuando tenemos el conocimiento más asequible en cantidad y velocidad de acceso, el ser humano se vuelve un perezoso intelectual que compra cualquier eslogan facilón y lo defiende a capa y espada, en vez valora el sistema como un todo, razonar y obtener un patrón de pensamiento complejo y certero.
Básicamente, el pensamiento sistémico es una disciplina que nos permite ver totalidades en vez de partes. Surge de la superación del tradicional pensamiento lineal del método científico (si A produce B, siempre que se dé B será porque lo ha generado A) hasta desembocar en el análisis propio de la concepción de las partes como integrantes de un todo que forman un sistema, una red (pensamiento holístico), en el que hay que salir de los pensamientos simples y automáticos para introducirse en el análisis del todo y de las múltiples interrelaciones de sus partes y sus consecuencias en el corto, medio y largo plazo.
Pero, ¿qué es un sistema? Un sistema es una entidad configurada por la interacción de sus partes. Así, cuando no hay interacción entre las partes que componen el ente, tendremos un montón de partes, pero nunca un sistema.
Así, lo que hace de que un sistema sea sencillo o complejo no es la cantidad de partes que lo componen, sino la cantidad y tipo de relaciones que lo integran.
Podemos afirmar que los sistemas complejos son más estables que los simples, pues lo que les confiere esa robustez es la mayor resistencia al cambio de un mayor número de partes que interactuan.
El pensamiento lineal funciona asociando causas y consecuencias en el corto plazo, mientras que el pensamiento sistémico establece múltiples causas que influyen unas en otras por lo que la solución debe ser elaborada y compensada en las múltiples consecuencias que un mismo hecho puede provocar en cada parte del sistema.
Aunque el pensamiento lineal es automático y el pensamiento sistémico nos obliga a salir de nuestra zona de confort, con la debida práctica podemos generar de forma rápida patrones de conducta que expliquen la intervención de las partes en el sistema, de modo que sepamos sobre qué punto de la red actuar para conseguir el resultado esperado.
Si bien el pensamiento lineal es automático, al no darnos una respuesta definitiva, nos obliga a un esfuerzo permanente en busca de la causa última, por el contrario, con el pensamiento sistémico utilizamos el efecto palanca: una vez encontrado el punto sobre el que actuar dentro del sistema, con un ligero esfuerzo se materializa el resultado esperado.
Haciendo un detallado análisis de las interacciones del sistema podremos determinar el punto concreto en el que utilizaremos el efecto palanca, consiguiendo así grandes resultados con poco esfuerzo.
De este modo podremos conseguir la eficiencia en las organizaciones. Pero para poder utilizar debidamente el pensamiento sistémico hay que entrenar al equipo en esta habilidad hasta conseguir su transformación personal, como ya vimos en nuestras publicaciones Transformación empresarial: ¿cueces o enriqueces? y 5 factores de éxito en la transformación empresarial.
Y en tu organización, ¿cueces (pensamiento lineal) o enriqueces (pensamiento sistémico)?
En ¿Su organización tiene problemas de aprendizaje?, tratamos otra de las 5 áreas de valoración para saber si una organización es inteligente, tratadas por Senge, y en nuestras publicaciones Las leyes del pensamiento sistémico (1ª parte) y Las leyes del pensamiento sistémico (2ª parte) analizaremos las leyes que regulan la Quinta Disciplina de la organización inteligente.
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